domingo, 20 de enero de 2013


La oscuridad te ahoga y te somete  al umbral de los pensamientos. Acompañan el sonido del agua que fluye por las cañerías, las agujas del reloj que giran marcando los últimos segundos de tu agonía. La respiración del quien está al otro lado de la habitación, los ladridos del perro. Algunas voces y risas de personas que viven aparentando felicidad. La transpiración recorre tu frente e incómoda tu cuerpo, el olor a nada de las sabanas y almohadas. La luz de la luna se hace notar a través de las ventanas abiertas de par en par junto con las cortinas enrolladas en una esquina. 
¿A que se le teme? Miedo a ser esclavo de tus propias voces creadas con tal fin de martirizar cada espacio de tu mente, demoliendo las paredes de tu cráneo hasta quedar en polvo. No sentís dolor físico pero si dolor interior. Emocional. Ese es el peor de todos, no hay un remedio existente que te lo quite en cuestión de minutos. No hay una cura rápida. Hay desesperación, tus párpados no cierran, pero para que hacerlo si después de esto hay mas oscuridad.                                                                                                                                                                    A.R